Jesús Coronado

Autor del mes: H. P. Lovecraft

Autor del Mes

Este mes cambiamos totalmente de registro. Dejamos la poesía a un lado y nos introducimos en el lado oscuro de la literatura, pero el oscuro de verdad. El autor de este mes nos lleva a un mundo de terror nuevo, al menos cuando lo escribió, que mezcla con la ciencia ficción, el satanismo, los viajes en el tiempo, los alienígenas y otras dimensiones, creando toda una mitología propia que no se ha superado hasta hoy y, sinceramente, veo muy difícil hacerlo. Creo que, si añado la palabra “Cthulhu”, ya habéis adivinado de quién vamos a hablar este mes: H. P. Lovecraft.

H. P. Lovecraft:  El inicio

Howard Phillips Lovecraft nace un mes de agosto de 1890 en Providence. Lo hace en un entorno acomodado siendo, además, hijo único. Desde bien pequeño le atraen los lugares extraños. Solía visitar cualquier paraje que estuviera a su alcance, adentrándose en cuevas, arboledas oscuras y lugares similares. Él decía que para escuchar a las hadas y poder observar mejor las estrellas, preguntándose en esos momentos qué habría en otros mundos y dando rienda suelta a su imaginación. Los estudiosos de su vida dicen que era la forma en que escapaba a la tiranía de su madre que le prohibía jugar con niños de clase social inferior. Además, tenía por costumbre no dejar de decirle lo feo que era y que por mucho que lo intentara, nunca llegaría a nada.

Su padre fallece cuando Lovecraft tiene ocho años, pasando a ser educado por su madre, sus dos tías y, especialmente, su abuelo. No obstante, en esos momentos, él ya leía perfectamente y hasta escribía sus historias desde hacía dos años. El afán de su madre por que no se mezclara con otros niños socialmente inferiores hace que su educación sea autodidacta. La familia se hizo cargo de esta. El acceso a los grandes clásicos de la literatura que su abuelo atesoraba hizo que la imaginación de Lovecraft se disparara rápidamente, adquiriendo además importantes conocimientos en química y astronomía.

Con catorce años fallece su abuelo, con el que pasaba largas horas leyendo los clásicos en su biblioteca, pero la mala gestión de sus bienes hace que la familia se tenga que mudar a una casa mucho más humilde. Esto pasó factura al joven Lovecraft hasta el extremo de estar a punto del suicidio. Cuando le negaron la entrada a la Universidad de Brown no le ayudó mucho, le ocasionó vergüenza y desilusión hasta el final de sus días. Su pesimismo y su soledad le hicieron considerar que “el pensamiento humano es el espectáculo más divertido y desalentador de la Tierra”.

H. P. Lovecfraft: Matrimonio y ruina

Si la muerte de su padre apenas afectó al joven Lovecraft, la de su madre sí lo hizo. Lovecraft tenía treinta y un años cuando ella fallece tras una larga enfermedad. Él la adoraba a pesar de que, como cuentan muchos estudiosos de su vida, era la culpable de todos los extraños comportamientos que el escritor demostró a lo largo de su vida. Sarah, así se llamaba, descargó todas sus frustraciones de burguesa venida a menos sobre un hijo al que sobreprotegió en extremo, prefiriendo relacionarse tan solo con él y dejando de lado las relaciones sociales.

Al fallecer su madre y acabar con los escasos recursos que le quedaban, Lovecraft no tuvo más remedio que dejar su ociosa vida, obligándose a trabajar en pequeños encargos como escritor fantasma. Es en este periodo cuando entra en contacto con otros autores con los que más tarde conformaría “El círculo de Lovecraft”.  Dos meses después de la muerte de su madre asistió a una convención de escritores en Boston donde conoció a la que sería su esposa, Sonia H. Greene, con la que se casó tres años después.

Poco tiempo después el negocio de ella tuvo que cerrar, y la dificultad de él para encontrar trabajo, hicieron que Sonia aceptara uno en Cleveland, dejándolo a él en Nueva York. En 1926 acuerdan un divorcio amistoso y, aunque él sigue en la ciudad, en 1927 no tuvo más remedio que volver a su lugar de nacimiento, Providence, para volver a vivir con sus tías. Él lo achaca a su imposibilidad de encontrar trabajo en un lugar repleto de inmigrantes que chocaban directamente con su privilegio, ser un caballero anglosajón. Esto reforzó el alto grado de racismo que ya arrastraba. Sus apuros económicos se agudizaron. Su trabajo como escritor no era suficiente, a lo que se unió la muerte de una de sus tías y el suicidio de su íntimo amigo Robert E. Howard, al que por cierto nunca llegó a conocer en persona. El propio Lovecraft falleció a los cuarenta y seis años a causa de una complicación de la enfermedad que venía padeciendo desde hacía algún tiempo.

H. P. Lovecraft: su obra y “El Círculo”

Como he comentado antes, Lovecraft fue un niño muy precoz. Según cuentan sus estudiosos, recitaba poesía de memoria a los dos años, leía a los tres y empezó a escribir a los seis. Con una imaginación desbordante comenzó a trabajar la poesía, pero cuando descubre la literatura gótica de Edgar Alan Poe, se queda enganchado. Escribió algunos relatos bajo la influencia de este, “El corazón delator” es buena muestra de ello y aunque prácticamente vivía recluido junto a su madre terminó editando su propia revista para publicar sus poemas y ensayos. Fue en 1917 cuando vuelve a la ficción creando “La tumba” en 1922 y “Dagón” 1919, primera historia publicada de forma profesional en la revista especializada “Weird Tales”.

Es en esta época cuando entabla relación con otros escritores que empiezan siendo admiradores y en algunos casos, como Robert E. Howard, pasan a ser buenos amigos, formando parte de lo que se conoció como el “Círculo de Lovecraft”. Este grupo se llamaba así por utilizar elementos prestados de las historias de Lovecraft, con su consentimiento e incluso, con la revisión de los relatos escritos. Durante esta época y para algunos de los escritores del Círculo, Lovecraft ejerce de escritor fantasma. Hay que decir que, tras su muerte, el empeño de dos los componentes de este grupo hicieron que sus historias no cayeran en el olvido, creando la editorial “Arkham House” para publicar la mayor parte de su obra.

Lovecraft y los mundos de Cthulhu

El ateísmo y la falta de fe hicieron que el joven Lovecraft pensara que la religión era absurda, dejando un gran vacío que llena con un mundo místico imaginario, mezclando todos los conocimientos científicos que atesoraba con sus pesadillas y frustraciones psicológicas que había acumulado a lo largo de su vida. De ahí, quizá, el hecho de que los mitos de Cthulhu tengan connotaciones y un estilo que podríamos llamar bíblico, como de religión arcaica y olvidada. Lo cierto es que dentro de estos mitos nos encontramos con un panteón completo de deidades extraterrestres crueles y terroríficas que se alimentan de la humanidad. Esto me trae a la mente su “Las Montañas de la Locura”.

Aunque su primera etapa está inspirada en la obra de Poe, donde aparecen grandes mansiones y castillos con un terror más conocido, el contacto con la obra de otro autor de terror, Arthur Machen, que centra sus escritos en los misterios ocultos que se encuentran detrás de la realidad, hacen que Lovecraft cambie su registro y empiece a plasmar todos sus miedos y problemas internos en su literatura. Recordemos que él consideraba a los humanos como seres impotentes, dentro de un mundo mecánico y materialista, una pequeña mota dentro del vasto universo.

En fin, analizar a este personaje nos llevaría a completar páginas y páginas con todo lo creado y lo que refleja en sus escritos; soledad, un profundo racismo, una enorme carencia de fe y un ateísmo acusado, amante de los gatos y fan total de los helados. Por eso lo mejor que podéis hacer es coger un buen número de sus historias y empezar a leer como si no hubiera un mañana. Por cierto, un consejo, procurar aprenderos “El Necronomicón” de memoria, os va a ser muy útil no tardando mucho.

Sed buenos… y leed mucho.

Jesús Coronado

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