Caja de Letras

Por qué los escritores (no) deben pagar menos impuestos.

Fiscalidad y Legalidad

Como todos sabéis, el pasado 6 de abril se inició oficialmente la campaña de renta del ejercicio fiscal 2015. Aprovechando esta circunstancia, inicialmente me planteé escribir sobre la tributación en IRPF de los rendimientos obtenidos por los escritores, aunque enseguida descarté la idea al comprobar, tras una rápida búsqueda, que el tema ya ha sido ampliamente tratado por diversos autores. Así, por ejemplo, Javier Pellicer tiene en su web un fantástico artículo que resume no solo la calificación de los rendimientos en IRPF, sino también la exención en IVA de la actividad literaria y la necesidad de incluir o no retención en la factura emitida.

Quizá tan solo matizaría que las dudas que plantea Javier sobre la calificación del rendimiento estarían en mi opinión resueltas por la Dirección General de Tributos, mediante contestación a consulta de carácter vinculante de fecha 24 de febrero de 2010. En ella, la DGT aclara que “las cantidades que se satisfagan a los autores por la cesión del derecho a la explotación de sus respectivas obras, tendrán, a efectos del IRPF, la consideración de rendimientos del trabajo, salvo que la labor de autor se realice como ejercicio de una actividad económica (profesional), en cuyo caso aquellas cantidades tendrían la consideración de rendimientos de actividades profesionales”.

De esta manera, aunque debería analizarse la situación personal de cada uno, si como escritor estás obteniendo rendimientos de manera regular,  normalmente valdrá la pena presentar el alta de actividad económica ante la Agencia tributaria, lo que habilita para poder deducir determinados gastos de la actividad económica, que no serían deducibles sin llevar a cabo dicha alta. Por último, no hay que olvidar que, en función del volumen de rendimientos obtenidos, además deberás darte de alta como trabajador autónomo (y cotizar a la Seguridad Social en consecuencia).

También recomiendo los artículos que sobre este tema han escrito José Luis Moreno en afansaber.es, Manu de Ordoñana en serescritor.es y la recopilación realizada por la consultora editorial Mariana Eguaras.

Con toda esta información disponible sobre cómo un escritor debe liquidar sus impuestos, con el inicio de la campaña de renta me pareció más interesante plantear otra cuestión: ¿debe un escritor pagar menos impuestos por su actividad económica?

El actual IRPF no prevé ninguna bonificación o incentivo para las actividades económicas de carácter cultural. Si en el debate acerca del IVA cultural pocos parecen tener dudas sobre los perjuicios de gravar la cultura (o su consumo) con altos impuestos, ¿por qué no rebajar también los impuestos a quienes desarrollan actividades de tipo cultural y, entre ellas, la literaria?

¿Deberían los escritores pagar menos impuestos?                                                         

Con esa pregunta en mente, decido visitar a un colega Inspector de Hacienda para conocer su opinión, y me cito con él en las oficinas de la Agencia Tributaria. Me recibe con una sonrisa y me ofrece tomar asiento. Como no quiero hacerle perder el tiempo, no me ando con rodeos y le planteo el asunto que me ronda la cabeza. Sonríe de nuevo, como si ya le hubieran preguntado lo mismo un millón de veces.

“Es una cuestión interesante que tiene varias vertientes. En primer lugar, todo el mundo parece de acuerdo en que es necesario incentivar la cultura, pero también convenimos en que la actividad literaria es solo una parte de aquella. Entonces, ¿dónde ponemos el límite de un eventual incentivo en IRPF? ¿Por qué bonificar a los escritores, de cuya aportación nadie duda y no a pintores, fotógrafos, escultores, arqueólogos, restauradores, etc? Y en segundo lugar, ¿cuál es el precio? Es decir, los impuestos que se pagan van destinados a servicios públicos (a pesar de la corrupción, sí). ¿Estamos dispuestos a sacrificar esa parte de la recaudación para favorecer a un grupo particular, aun sabiendo la enorme aportación que realizan? Yo, que soy un lector empedernido, quizá te diría que sí, que vale la pena. Pero luego veo en las librerías y en internet que el libro más vendido es el de Belén Esteban y entiendo perfectamente que alguien opine lo contrario. Porque eso es importante: ¿cómo diferenciar lo que tiene valor literario y lo que no? A menudo, la calidad es subjetiva y eso es imposible de trasladar a un impuesto tan relevante como el IRPF.

Pero, suponiendo que salváramos ese escollo, debemos preguntarnos lo siguiente: ¿sería efectiva la medida? ¿Se venderían más libros si los escritores pagaran menos impuestos? No sé si hay estudios sobre este asunto, pero mi opinión es que una medida así no serviría para nada. ¿A quién debemos incentivar, a quien compra libros (por ejemplo bajando el IVA), o a quien los escribe? Yo creo que es mucho más efectivo incentivar al consumidor, pero ocurre que los libros en papel ya están gravados con el tipo de IVA más bajo que tenemos, lo que dejaría margen para trabajar únicamente sobre los libros electrónicos. Y aún así, sinceramente, ni siquiera creo que una bajada de impuestos que permitiera reducir el precio de un libro mejoraría de forma significativa sus ventas”.

Me quedo parado. Le he planteado un debate sobre el que da la impresión de haber reflexionado ya mucho, y yo no lo suficiente. Intento reaccionar rápido y expongo el hecho de que la actividad literaria no deja de ser una actividad “complementaria”, en el sentido de que hoy día pocos escritores pueden vivir de sus obras y la mayoría tienen otro empleo o actividad profesional, pagando ya IRPF por ellas. Su respuesta no se hace esperar.

“Eso es cierto, pero hay otras muchas actividades profesionales de carácter efímero que podrían reclamar lo mismo. ¿Por qué no reducir la tributación de mineros, artistas o deportistas profesionales? Ellos, por su profesión, también desarrollan una actividad durante un corto periodo de tiempo. ¿Por qué no mejorar la fiscalidad de aquellos que llevan a cabo actividades de riesgo, como bomberos, policías o quienes trabajan en altura? ¿No sería este un criterio más justo que el de la longevidad?

Lo cierto es que, por experiencia, te puedo asegurar que si preguntamos a cada gremio, todos podrían justificar perfectamente por qué deberían tener derecho a una fiscalidad más benévola frente al resto. Y probablemente estaríamos de acuerdo con todos, pero por ese motivo no es posible discriminar a ninguno. Además, ¿cómo articular ese incentivo? Crear una escala de gravamen distinta sería algo demasiado complejo para un grupo de contribuyentes reducido y, por otra parte, no existen en el IRPF bonificaciones de ese tipo”.

Pienso en escritores que alguna vez se han quejado de los altos impuestos. Recuerdo mi último artículo sobre escritores que no pueden jubilarse a pesar de haber pagado sus impuestos (y cotizaciones) toda la vida, y decido hacer un nuevo intento. Señalo que, sin embargo, sí es habitual en otros tributos la existencia de deducciones o bonificaciones para incentivar determinadas actividades. Le recuerdo a mi colega, por ejemplo, la deducción en el Impuesto sobre Sociedades por realización de actividades de Investigación y Desarrollo. Por su gesto, he tocado una fibra sensible.

“Precisamente las deducciones de I+D son el peor ejemplo posible. En este país, la investigación es una asignatura pendiente y, sin embargo, es sorprendente la cantidad de empresas que acreditan esta deducción en sus declaraciones. Se ha llegado a un punto en el que casi es suficiente con pagar una pequeña tasa para que el Ministerio de Ciencia y Tecnología te emita el informe que necesitas. No quiero despreciar la labor del Ministerio ni mucho menos, sino poner de manifiesto que la introducción de la deducción, a pesar de llevar muchos años vigente, no ha conseguido el propósito de incrementar la inversión privada real en I+D”.

Escritores pluriempleados y demás contribuyentes (o no)

Me siento derrotado. Mi intención era solo contrastar opiniones y me he encontrado una posición contundente y razonada. Es cierto que hoy parecen leerse menos libros que nunca y, no obstante, todo el mundo parece capaz de escribir y publicar. Es posible que reducir el IRPF de los derechos de autor no sirva de nada. Siento que debería haber estudiado más el tema antes de visitar a mi colega. Éste, quizá porque me nota decaído, confiesa que me tiene una sorpresa preparada. “Acompáñame”.

Le sigo por toda la planta, entre multitud de despachos en los que se están revisando los impuestos de alguien. Al final, se detiene ante uno de ellos y, tras anunciar nuestra llegada, me hace pasar dentro. “Te presento a un compañero que, además de un excelente profesional, también es un fantástico escritor”. No puedo ocultar mi asombro. Nos saludamos tímidamente y mi colega enseguida me habla de las obras que ha publicado su compañero. Éste, con humildad, me enseña un ejemplar de bolsillo de su último libro, que saca de un cajón cualquiera. Como si esa joya fuera un calcetín. Como si no fuera nada.

Al fin, mi colega hace un resumen de lo que hemos estado hablando unos instantes antes. El Inspector-escritor enseguida se apunta al debate.

“Está claro que ya le habéis dado una vuelta al asunto. Yo realmente no sé si bajar los impuestos que gravan los derechos de autor es una solución, pero sí está claro que algo hay que hacer. La de escritor es una profesión como otra cualquiera, pero en este país es muy difícil ganarse la vida escribiendo. Lo que cobra un autor por su obra es un porcentaje muy pequeño del precio final del libro y mejorar la tributación en IRPF sería una ayuda. ¿Serviría para mejorar la venta de libros? No lo sé, pero os voy a dar un dato: mi última novela estuvo rebajada unos días a mitad de precio en Amazon. En ese periodo, las ventas se multiplicaron y la novela se situó en el top ten de ventas de Amazon España”.

Mi colega me mira. “Vaya, eso es justo lo contrario de lo que yo defendía antes. A lo mejor resulta que reducir aún más los impuestos y, por tanto, el precio, sí serviría para vender más libros”. Agradezco la concesión, pero estamos hablando de IRPF y la relación directa entre la declaración de la renta del escritor y el precio del libro me parece muy difusa. Lo cierto es que rebajar el IVA aún más tiene, obviamente, una relación mucho más directa con el precio del libro. Pero ese es otro asunto.

El Inspector-escritor parece leer mis pensamientos. “No es una mala propuesta, pero lo cierto es que es difícil de implantar y los escritores tenemos otros frentes abiertos que deberían ser más fáciles de abordar. Por ejemplo, la transparencia de las editoriales en los volúmenes de ventas o el monopolio en las ventas de libros electrónicos”.

Tras despedirme, enormemente agradecido, me dirijo a mi oficina pensando en estas últimas palabras. Realmente hay otros aspectos legales del autor que podrían revisarse y me parece interesante investigar un poco. Me llega una alarma al móvil. Son los avisos de prensa del día. Parece que José María Aznar ha defraudado a Hacienda al crear una sociedad para cobrar los derechos de autor de sus obras, de las que también hablaba en mi último artículo.

Por otro lado, Mario Vargas Llosa aparece en los famosos papeles de Panamá.

Quizá mi colega tenía razón. Quizá los escritores no deben pagar menos impuestos. Quizá la guerra es otra y, en materia de IRPF, sería suficiente con que algunos paguen simplemente lo que les toca.

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